thaumatrope

Friday, October 27, 2006

 
Buena onda...
Little Miss Sunshine.

El cine de trasnoche aparece como una necesidad casi póstuma, avezada, contestataria. Decisión espontánea, sin tiempo…potencialmente sin jueves.
El boletero esta desfasado, los pochochos quietos y seguramente fríos. La maquinaria de venta y marketing han disminuido su velocidad, pero nada se detiene del todo en las multipantallas.
Little miss Sunshine (2006) de Jonathan Dayton y Valerie Faris es una buena película de trasnoche, porque transgrede, incomoda, te llena de una vergüenza que es propia, pero que se conoce como ajena y te cuenta una historia que ya comienza en el fondo de la miseria. Y sin embargo, una risa desde el absurdo alterna con un silencio serio a lo largo de toda la función.

A través de un viaje ridículo e impuesto hacia un pequeño concurso de belleza, a más de 1000 km. Little mis Sunshine relata una continuidad de ridículos fracasos, en un grupo familiar. Trasparentes, permeables, divididos entre los que abocan al deber social del éxito y denostan al "loser", y aquellos que simplemente quieren vivir, con lo que ello implica.
Con atino, y sin golpes bajos, participamos del bizarro mundo de la actual locura mundial, un "beauty contest", termina siendo un desfile de niñas vacías, brillantes, flacas y bronceadas. Y no hay rastro de inocencia, de espontaneidad, de infancia, es decir de niñas.

Little Miss Sunshine, al igual que The squid and the whale (2005) o American Beauty (1999), exploran casi de manera documental la desintegración de la familia americana, en diferentes contextos pero todas pensando en la herencia de una familia, de un país; en fin, de una sociedad que tiene que explotar y destruirse o ponerse a bailar, sin importar que diga el tribunal.

FJVM
37 - 10 - 007

Tuesday, October 17, 2006

 

The good the bad and the ugly. Sergio Leone (1966)

Virtudes

En el oeste se esta siempre sólo. La vida tiene quizá el mismo valor que el polvo que se imprime en los trajes viajados, el mismo que tapa las tumbas circulares.
Inmediatamente el estoicismo nos viene a la mente, esa aceptación de un destino seco y desigual, que solo se revierte y se sostiene en la rapidez y la puntería del arma. Pero es justamente por ello que el estoicismo no cuenta, porque abunda, porque es la moneda común, el modus vivendi por excelencia.
El sinónimo de virtud, el virtuoso en el oeste, es el, "astuto" como esa mezcla de calma que proviene de la sabiduría y la avidez, como demuestra la parsimonia reflexiva de "Blondy"; Esa suerte de indiferencia sagaz y observadora.
La nominalizaciones que hacen de titulo y encuadran desde el comienzo a los personajes son meramente anecdóticas, el bueno, el malo y el feo, son sólo asignaciones categóricas o retóricas, nadie es en verdad feo, bueno o malo, aunque sí tengamos el más inteligente, el medianamente inteligente y el totalmente estúpido.
La ambición, al igual que el estoicismo no forma parte del abanico de cualidades, tanto Tuco, Blondy y Angel eyes, quieren y solo piensan en las monedas. Pero el oro, el dinero, es sólo un entretenimiento que al que se llega como se llega al aljibe después de una caminata, que no sabemos si será la última. Es decir, que la riqueza no hace ninguna diferencia, sólo es un divertimento, una meta. Al final, todos pueden vivir en el oeste, y sobre todo los "bandits", solo se necesita " actitud".-
No hay aceptación absoluta de la muerte, pero tampoco una huida constante de la misma, esta llegará en algún momento y siempre será por culpa nuestra.

Thursday, October 12, 2006

 


Porque ciertas imagenes nos traen ciertos olores, ciertos gusto en la boca... desde el color a las piernas dispersas...

Antonioni se imprime en los bordes, se escabulle entre las piedras... no busca el motivo de esa siesta, en al borde de ese mar calmo, de esa playa, de esa Italia. Pero impone su cuadro y llena el afuera de una historia. No es Monica Vitti tirada en el piso de esa mansion de fiesta, no es la otra más rubia que adolece en su Desierto Rojo, no es el desierto desnudo y libre; hippie de Zabrinsky point, ni ese parque develado en blow up´s. Pero esas piernas tienen esa incognita, esa posibilidad que es solo propia de Antonioni.


 

El sol del membrillo. Erice. (1992)

Cuando iniciamos una obra la creemos siempre posible, aunque quizá y en verdad no lo sea. Ella es eterna, inesperada, insoslayable y siempre, siempre…cambiante. Y además de todo ello, esta como demuestra Erice día tras día, viva, demasiado viva.
Sin embargo, el pintor comienza su obra, adaptando su técnica a las adversidades y preparando su arsenal una y otra vez: corta las maderas, hace el recuadro, corta la tela, pinta su fondo y luego con la misma parcimonia y dedicación sale a ese patio que ya pertenece puramente al Membrillo, y el pintor siente, cuando clava sus pies en el suelo, como potencialmente crucificado, que el membrillo será captado con el sol de la mañana, que el cuadro mostrará la verdad, la verdad real cuando el frutal se deje retratar por mas rayas e hilos que tenga encima.
Este deseo de ciencia que inspira al artista, esta voluntad objetiva que sostiene su anhelo. Esta obstinación contra el paso del tiempo, contra la naturaleza misma, sostiene la obra, pero ni siquiera logra inmortalizar los instantes.
Hasta que finalmente – una de las mañanas - se descubre el primer fruto sobre el suelo, al costado del tronco inmóvil. El verdadero pintor, no se inmuta, sacará el fruto de su dibujo original y volverá a recomenzar su labor infinita. Pero luego, los frutos caerán uno a uno. Y el pintor se parará frente al árbol casi deshojado, se detendrá a mirar el paso del tiempo, se parará frente a la imposibilidad de la obra.

 
ver para contar, pensar, decir, hablar, gritar, y volver o no vover a mirar...

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