Buena onda...
Little Miss Sunshine.
El cine de trasnoche aparece como una necesidad casi póstuma, avezada, contestataria. Decisión espontánea, sin tiempo…potencialmente sin jueves.
El boletero esta desfasado, los pochochos quietos y seguramente fríos. La maquinaria de venta y marketing han disminuido su velocidad, pero nada se detiene del todo en las multipantallas.
Little miss Sunshine (2006) de Jonathan Dayton y Valerie Faris es una buena película de trasnoche, porque transgrede, incomoda, te llena de una vergüenza que es propia, pero que se conoce como ajena y te cuenta una historia que ya comienza en el fondo de la miseria. Y sin embargo, una risa desde el absurdo alterna con un silencio serio a lo largo de toda la función.
A través de un viaje ridículo e impuesto hacia un pequeño concurso de belleza, a más de 1000 km.
Little mis Sunshine relata una continuidad de ridículos fracasos, en un grupo familiar. Trasparentes, permeables, divididos entre los que abocan al deber social del éxito y denostan al "
loser", y aquellos que simplemente quieren vivir, con lo que ello implica.
Con atino, y sin golpes bajos, participamos del bizarro mundo de la actual locura mundial, un "
beauty contest", termina siendo un desfile de niñas vacías, brillantes, flacas y bronceadas. Y no hay rastro de inocencia, de espontaneidad, de infancia, es decir de niñas.
Little Miss Sunshine, al igual que
The squid and the whale (2005) o
American Beauty (1999), exploran casi de manera documental la desintegración de la familia americana, en diferentes contextos pero todas pensando en la herencia de una familia, de un país; en fin, de una sociedad que tiene que explotar y destruirse o ponerse a bailar, sin importar que diga el tribunal.
FJVM
37 - 10 - 007