thaumatrope

Thursday, March 29, 2007

 
BAFICI. pelicula 1

Copacabana - Martin Retjman (2006). Argentina: 56 min.

Una ida y una vuelta.

El documental de Retjman es como cuando pasamos por un lugar desconocido, con una mirada curiosa, que no es entrometida. La camara se posiciona marcando siempre la distancia que prefiere un espectador atento, que sabe que esta de viaje y que en algún momento va volver.

Hasta los primeros veinte minutos sabemos por las “cholas” que estamos en Bolivia, antes de ello tanteamos una realidad latinoamericana, sin referencias claras. Vemos por la ventana del auto, las casas y veredas, extrañados de aquello que se abrió después de la frontera. Pero luego, que ya nos sentimos mas en territorio, un voz recorre parte del territorio boliviano, mostrando didácticamente un extraño y preciado álbum regional, dejando entrever aquello que en verdad no veremos.
Rejtman elige los planos con una magia de locación, hay encuadres tan justos, tan visualmente bellos, tan explícitos en su búsqueda que recuerdan a algunos tomas del apacible Pedro Costa, en su última Juventude em Marcha (2006). Pero la realidad es otra, aunque cierta angustia de la pobreza se cuela en las imagines.
El baile es el protagonista del documental, es el tema marcado por su insistencia y por su variedad, encarnado en su sentido más amplio, desde el folklore a la cumbia, desde la fiesta santa o patria, al común festejo. Pero la danza, excede el mero esparcimiento, juego y diversión, ya que parecer brotar del ser boliviano, una obsesión imperiosa en su ejecución, en sus trajes, en sus corografías, en sus horas de ensayo.
Sin embargo, Copacabana no es únicamente un retrato de la pasión por el baile, aunque redunde, sino que existe – aunque en ningún momento se intente – una posibilidad de armar el carácter de cierta Bolivia, aunque sea tangencialmente. Como buscando salir a tomar aire, entrecortando los festejos, está la fábrica; las casas de ladrillo amontonadas, las calles, la familia, la religión, las reuniones y al final: la frontera.
En Copacabana, se busca algo pequeño, casi podríamos decir fronterizo, en la medida en que no pretende mostrar en profundidad un país, un ciudadano; el ojo sabe su condición de extranjero, pero reniega del mirar del turista, por eso resulta extraña y maravillosa, porque construye una ética de la mirada, eligiendo sus planos sin entrometerse, expectante a que la realidad se filtre, sin manipularla, no la hace hablar, ésta, se desoculta en el cuadro libremente.

fjvm

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